• El fantasma del café La Habana
Ciudad de México, 22 de julio. Eve Gil hace una cálida evocación del chileno Roberto Bolaño (1953-2003), un escritor que pasaba por su mejor momento creativo, fallecido recientemente mientras esperaba un transplante de hígado.
Para Mónica Maristain
(...) los fantasmas, que son los únicos que tienen tiempo porque están fuera del tiempo.
R.B
El aroma del café La Habana, da vuelta a la cuadra y envuelve en su manto marino. Imposible olerlo y no asociarlo con el solaz de la escritura; con "esos vasos de vidrio grueso que nunca he vuelto a ver en un establecimiento público". (Putas asesinas, Anagrama, 2001). Debo confesar que me emocionó enterarme de que era el café de batalla de Roberto Bolaño (cada escritor tiene el suyo) porque también lo es mío. Igual me emocionó leer la abrupta geografía de mi natal Sonora en la parte última de su excelsa novela Los detectives salvajes (Compactos, Anagrama, 2002). Una de las cosas que le debemos a Bolaño sus lectores mexicanos, es que haya mirado con ojos nuevos el México tantas veces recorrido por sus escritores, pero, sobre todo, que haya sabido mirar más allá de lo que aquéllos vieron: la textura de los vasos, la espesura del café, la lubricidad de las cantinas, los vientos cortantes, la reelaboración de nuestras leyendas populares, etcétera. No es gratuita la aseveración de Pedro Ángel Palou: "Bolaño ha escrito la nueva Rayuela de fin de milenio (refiriéndose a Los detectives...), pero también la mejor novela sobre México desde La región más transparente. (El Independiente, miércoles 16 de julio de 2003).
No alcancé a conocer personalmente a Bolaño, pero supe a través de terceras personas que le trataron en plan amistoso (particularmente la periodista argentina Mónica Maristáin, a la que debo haber descubierto a este maravilloso escritor), que era un tipo generoso, particularmente tratándose de escritores jóvenes. Como autor consagrado que ya era, enfrentó airosamente envidias y calumnias. Un joven escritor de Monterrey, Pedro de Isla, a su vez organizador del encuentro internacional de escritores que se efectúa anualmente en aquella ciudad, me cuenta que cuando se le convocó a Bolaño al más reciente de éstos, su respuesta fue: "lo siento, no puedo asistir, tengo un bebé".
Sin embargo, el eco de su muerte suscitada la noche del lunes 14 de julio en un centro médico de Barcelona, se vio por completo eclipsado, en lo que a los medios mexicanos respecta, por los fallecimientos consecutivos de los cubanos Compay Segundo y Celia Cruz. Ni una sola mención al escritor Bolaño (como ocurriera cuando lo del fatal avionazo donde pereció la bella Fanny Cano: nadie mencionó a esos otros dos trágicos pasajeros que fueron Jorge Ibarguengoitia y Marta Traba). Ni siquiera por rellenar espacios he escuchado a un locutor de radio o televisión referirse a este chileno que escribió Los detectives salvajes, con la que ganó dos de los más prestigiados galardones literarios en lengua española: el Herralde y el Rómulo Gallegos. Deja inconclusa ("sin revisar", dicen algunos) su más ambiciosa novela, 2666, que aborda el caso de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez y ojalá rescaten pronto.
"No creía que iba a vivir más allá de 35 años", confiesa en el prólogo de Amberes. En un país con triste fama mundial de leer medio libro al año per cápita, no debería extrañarnos este desdén... pero el hecho es que me indigna, como también me indigna que un escritor de esta envergadura, sin cumplir aún 50 años, padre de un niño pequeño, justo al alcanzar el reconocimiento internacional, deje la vida en un quirófano donde se le practicaba un transplante de higado. Señala José Luis Espinosa en uno de los poquísimos medios impresos que le brindaron espacio, El Independiente, "desaparece una propuesta literaria que no deja descendientes".
¿A qué propuesta se refiere Espinoza?: al infrarrealismo, que en Los detectives... se llama "realismo visceral" o "viscerrealismo", nacido al calor de un taller literario dirigido por Alejandro Aura —que en la novela se llama Julio César Álamo—, y de cuyos asistentes (José Peguero, Mario Santiago, Ramón y Cuauhtémoc Méndez, Pedro Damián Masson y, el también chileno, Bruno Montané), el único superviviente (le llamo así no sólo por mantenerse en la línea, sino por sobresalir dentro de ella) es el propio Bolaño, a quien es posible reconocer en Arturo Belano, uno de los protagonistas. Para llegar ahí, el joven Bolaño, que llegó a México a los 15 años para perderse, a la manera de otro de sus personajes, Juan García Madero, por las afantasmadas calles del Centro Histórico, pasó previamente por los nada despreciables talleres de Juan Bañuelos, Miguel Donoso Pareja y Carlos Illescas. Su búsqueda estético-estilística encontró su oasis en este grupo cuya ideología, trasladada al terreno literario, nos llevaría varias líneas dilucidar, pero de la cual destaca su afán por quebrantar la literatura "políticamente correcta" de los setenta, a través de irrupciones en presentaciones de libros bendecidas por la santidad oficialista.
Pero bien dicen que el mejor homenaje que puede recibir un escritor, es leerlo. Bolaño, que cuando recaía enfermo leía a Jorge Manrique (de aquí en adelante, leeré a Bolaño cuando recaiga), es uno de esos escritores superdotados que lo mismo domina el discurso fragmentario, como en Amberes (Anagrama, 2002), que el de largo aliento, como en Los detectives. Asimismo, su poesía (recogida gran parte de ella en Tres, El Acantilado, 2000) no desmerece en comparación con su extraordinaria prosa. Válgame, que entre los libros de Bolaño, abundantes en guiños autobiográficos, todos son indispensables.
Ahora bien, resulta un tanto prematuro asegurar que Bolaño no ha dejado descendientes. Eso lo sabremos a ciencia cierta de aquí a unos 10, 20 o 30 años, aunque, por lo pronto, deja su semilla en intelectos jóvenes y lúcidos como los de Jorge Volpi, Pedro Ángel Palou y el colombiano Santiago Gamboa, este último, en mi modesta opinión, el que más se le acerca.
Fuente: todito.com/Eve Gil
Ciudad de México, 22 de julio. Eve Gil hace una cálida evocación del chileno Roberto Bolaño (1953-2003), un escritor que pasaba por su mejor momento creativo, fallecido recientemente mientras esperaba un transplante de hígado.
Para Mónica Maristain
(...) los fantasmas, que son los únicos que tienen tiempo porque están fuera del tiempo.
R.B
El aroma del café La Habana, da vuelta a la cuadra y envuelve en su manto marino. Imposible olerlo y no asociarlo con el solaz de la escritura; con "esos vasos de vidrio grueso que nunca he vuelto a ver en un establecimiento público". (Putas asesinas, Anagrama, 2001). Debo confesar que me emocionó enterarme de que era el café de batalla de Roberto Bolaño (cada escritor tiene el suyo) porque también lo es mío. Igual me emocionó leer la abrupta geografía de mi natal Sonora en la parte última de su excelsa novela Los detectives salvajes (Compactos, Anagrama, 2002). Una de las cosas que le debemos a Bolaño sus lectores mexicanos, es que haya mirado con ojos nuevos el México tantas veces recorrido por sus escritores, pero, sobre todo, que haya sabido mirar más allá de lo que aquéllos vieron: la textura de los vasos, la espesura del café, la lubricidad de las cantinas, los vientos cortantes, la reelaboración de nuestras leyendas populares, etcétera. No es gratuita la aseveración de Pedro Ángel Palou: "Bolaño ha escrito la nueva Rayuela de fin de milenio (refiriéndose a Los detectives...), pero también la mejor novela sobre México desde La región más transparente. (El Independiente, miércoles 16 de julio de 2003).
No alcancé a conocer personalmente a Bolaño, pero supe a través de terceras personas que le trataron en plan amistoso (particularmente la periodista argentina Mónica Maristáin, a la que debo haber descubierto a este maravilloso escritor), que era un tipo generoso, particularmente tratándose de escritores jóvenes. Como autor consagrado que ya era, enfrentó airosamente envidias y calumnias. Un joven escritor de Monterrey, Pedro de Isla, a su vez organizador del encuentro internacional de escritores que se efectúa anualmente en aquella ciudad, me cuenta que cuando se le convocó a Bolaño al más reciente de éstos, su respuesta fue: "lo siento, no puedo asistir, tengo un bebé".
Sin embargo, el eco de su muerte suscitada la noche del lunes 14 de julio en un centro médico de Barcelona, se vio por completo eclipsado, en lo que a los medios mexicanos respecta, por los fallecimientos consecutivos de los cubanos Compay Segundo y Celia Cruz. Ni una sola mención al escritor Bolaño (como ocurriera cuando lo del fatal avionazo donde pereció la bella Fanny Cano: nadie mencionó a esos otros dos trágicos pasajeros que fueron Jorge Ibarguengoitia y Marta Traba). Ni siquiera por rellenar espacios he escuchado a un locutor de radio o televisión referirse a este chileno que escribió Los detectives salvajes, con la que ganó dos de los más prestigiados galardones literarios en lengua española: el Herralde y el Rómulo Gallegos. Deja inconclusa ("sin revisar", dicen algunos) su más ambiciosa novela, 2666, que aborda el caso de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez y ojalá rescaten pronto.
"No creía que iba a vivir más allá de 35 años", confiesa en el prólogo de Amberes. En un país con triste fama mundial de leer medio libro al año per cápita, no debería extrañarnos este desdén... pero el hecho es que me indigna, como también me indigna que un escritor de esta envergadura, sin cumplir aún 50 años, padre de un niño pequeño, justo al alcanzar el reconocimiento internacional, deje la vida en un quirófano donde se le practicaba un transplante de higado. Señala José Luis Espinosa en uno de los poquísimos medios impresos que le brindaron espacio, El Independiente, "desaparece una propuesta literaria que no deja descendientes".
¿A qué propuesta se refiere Espinoza?: al infrarrealismo, que en Los detectives... se llama "realismo visceral" o "viscerrealismo", nacido al calor de un taller literario dirigido por Alejandro Aura —que en la novela se llama Julio César Álamo—, y de cuyos asistentes (José Peguero, Mario Santiago, Ramón y Cuauhtémoc Méndez, Pedro Damián Masson y, el también chileno, Bruno Montané), el único superviviente (le llamo así no sólo por mantenerse en la línea, sino por sobresalir dentro de ella) es el propio Bolaño, a quien es posible reconocer en Arturo Belano, uno de los protagonistas. Para llegar ahí, el joven Bolaño, que llegó a México a los 15 años para perderse, a la manera de otro de sus personajes, Juan García Madero, por las afantasmadas calles del Centro Histórico, pasó previamente por los nada despreciables talleres de Juan Bañuelos, Miguel Donoso Pareja y Carlos Illescas. Su búsqueda estético-estilística encontró su oasis en este grupo cuya ideología, trasladada al terreno literario, nos llevaría varias líneas dilucidar, pero de la cual destaca su afán por quebrantar la literatura "políticamente correcta" de los setenta, a través de irrupciones en presentaciones de libros bendecidas por la santidad oficialista.
Pero bien dicen que el mejor homenaje que puede recibir un escritor, es leerlo. Bolaño, que cuando recaía enfermo leía a Jorge Manrique (de aquí en adelante, leeré a Bolaño cuando recaiga), es uno de esos escritores superdotados que lo mismo domina el discurso fragmentario, como en Amberes (Anagrama, 2002), que el de largo aliento, como en Los detectives. Asimismo, su poesía (recogida gran parte de ella en Tres, El Acantilado, 2000) no desmerece en comparación con su extraordinaria prosa. Válgame, que entre los libros de Bolaño, abundantes en guiños autobiográficos, todos son indispensables.
Ahora bien, resulta un tanto prematuro asegurar que Bolaño no ha dejado descendientes. Eso lo sabremos a ciencia cierta de aquí a unos 10, 20 o 30 años, aunque, por lo pronto, deja su semilla en intelectos jóvenes y lúcidos como los de Jorge Volpi, Pedro Ángel Palou y el colombiano Santiago Gamboa, este último, en mi modesta opinión, el que más se le acerca.
Fuente: todito.com/Eve Gil
Jesus
Me da gusto que hayas visitado mi blog y que este post haya sido de tu gusto, proxiamamente tratare de insertar mas informacion del "cafe la habana", era mi cafe de tiempos de estudiante, mi escuela estaba a dos calles de ese lugar y es un lugar muy agradable, te lo recomiendo muchisimo cuando vengas a Mexico. Ademas es propietario de grandes historias que las respiraras en cuanto tomes asiento y disfrutes de su exquisito cafe. suerte. un saludo. hasta pronto.
Posted by El Parroquiano jueves, mayo 18, 2006 9:51:00 p.m.
Saludos, me gusta el blog, ojalá sigas recordando historias acerca de este lugar.
Posted by Unknown miércoles, octubre 04, 2006 4:09:00 p.m.
hola, me da gusto que les guste el cafe La Habana , mi tio es el propietario, y dejame decirte que aca en merida abrio uno con el mismo exito y el toque tradicional, y en estos dias estamos por abrir el 3ero saludos y gracias por sus comentario
Posted by Anónimo domingo, febrero 11, 2007 10:53:00 a.m.
ES UN LUGAR QUE ME GUSTA, DISFRUTO LA ESTANCIA, LA COMIDA Y SOBRE TODO EL BUEN TRATO. ES GENIAL!
Posted by Anónimo lunes, septiembre 08, 2008 9:37:00 p.m.
muy bonito el cafe la habana...
pero lastima que en su plantilla laboral tengan personas con mala actitud, como lo constate en una visita al cafe la habana de plaza sendero, donde tienes un pesimo personal, todos con cara de pocos amigos y fachas de drogadictos....en verdad muy desepcionante comparado con su sucursal centro...deberian de hacer algo al respecto.por salvar la imagen del cafe la habana...
Posted by Anónimo viernes, enero 22, 2010 2:31:00 p.m.
El dia de hoy fui a comer al cafe de habana en la calle Bucareli...la mesera me recomendo unos tacos de pollo con rajas y gratinados....me encanta el cafe y el lugar pero o decepcion....al probarlas wacala me salieron pellejos y el queso muy sintetico sin sabor y calentadas desgraciadamente en el micro y la tortilla horrible ni caliente estaba...bueno me queje y las regresamos porque fuimos dos quienes las ordenamos... el gerente me atendio y segun el muy amable nunca me dio la razon o pudo asumir la responsabilidad solo me hizo sentir que yo no sabia de buenos gustos porque era la unica persona que se habia quejado....bueno no me pude comer ni uno de los tacos no me gustaron...no me ofrecieron cambiarlo por otro y al final me pasaron la cuenta cargandome los platillos...claro pague no queria ser mal interpretara pero ohhhh que horror...que mala atencion y que feo que antes que me encantaba ir y el sabor era buenisimo ahora la calidad de sus productos sea tan obvia....ni modo que poca me cobraron y ni comi jajajaja
Posted by Anónimo jueves, junio 30, 2011 5:22:00 p.m.
hola muy buenas tardes una sugerencia nadamas mejoren la calidad de sus puductos. Porque la verdad estan muy bonitas las instalaciones ay un buen servicio pero la verdad de que sirve que este bonito si vas y no hay nada
ya bajo mucho la calidad es una verdadera lastima.
Posted by Anónimo martes, octubre 18, 2011 12:43:00 p.m.